Por el lado positivo (amplio e integrador), Ajay indaga la opinión sobre la guerra como una forma de juego en autoridades tanto estratégicas (von Clausewitz) cuanto sociológicas (Caillois). La comparación entre guerra y juego, de acuerdo con el programa, da pie a una reflexión interdisciplinaria que enriquece desde varias focalizaciones esta relación conceptual.
Por el lado no tan positivo (confuso y posmoderno), Ajay propone un par de actividades cuestionables: la práctica de videojuegos «narrativos» y la producción «colectiva» de textos breves que comparen la teoría y la práctica lúdica experimentadas en el curso. Parece cuestionable hablar de videojuegos «narrativos» cuando la meta principal de todo videojuego es que este sea jugado, no que sea relatado. Es cierto que hay videojuegos con una trama argumental o varias tramas paralelas, pero no estoy seguro de que esto los haga «narrativos». Por lo demás, este tipo de videojuego con una trama inserta suele pertenecer a géneros diferentes del TBS o RTS, sobre los cuales se enfoca el curso. También parece dudoso que hablemos de producción «colectiva» en vista del carácter individual e intransferible de la experiencia productiva, como lo describe claramente Hannah Arendt en The Human Condition (1958). Si bien la comparación de aspectos teóricos y prácticos en los estudios ludológicos me parecen no solamente atractivos, sino honestamente útiles para la construcción de la disciplina ludológica, la proposición de una producción «colectiva» parece no tanto original o provocadora cuanto irreal y ajena a lo propiamente humano.
Lamentablemente, no he encontrado algún registro audiovisual de este atractivo curso.